INTERSECCIONES
EL
PEOR DE LOS PECADOS
Veinte años de terminado el secundario y el primer
viernes de cada mes, de marzo a diciembre, lloviera o tronara, el compromiso de
encontrarse. Santa Fe y Pueyrredón. Veintiuna horas. Qué pocas veces alguna
había faltado. Tenían una mesa reservada sin necesidad de previo aviso. Los
mozos las conocían. Iban cambiando, claro, pero siempre terminaban
conociéndolas. También los gustos de cada una, las dietas. Por allí habían
pasado jovencitas, solteras, embarazadas. Maduras. Contentas, con fiebre,
angustiadas, cansadas.
Las reglas, aunque claras, se habían ido generando
espontáneamente, sin necesidad de explicitaciones. No se veían en otros
ámbitos. No hablaban por teléfono. A sus respectivas familias solo las conocían
por foto. Sin juramento expreso no se hubiera atrevido a relacionarse de a pares.
Y, en tantos años, las únicas intromisiones fueron las de sus respectivos
recién nacidos, que dejaron en sus respectivas casas en cuanto estuvieron en
condiciones de prenderse a una mamadera. Todas menos Inés, claro. Paula siempre
decía que más que un grupo de amigas parecía un grupo terapéutico.
Otro viernes. Veinte horas.
Hasta mañana,
hijo. Contame un cuento, porfi, mamá reclama Marcelo,
abrazándola. No puedo, mi amor, se me
hace tarde. El nene se suelta y cruza los bracitos. Entonces le pido a Domi. La voz de Domiciana desde el pasillo vaya tranquila, señora Paula, yo me ocupo.
Dejé la tarta en
el horno, ¿me oís?;
tené cuidado de que no se queme; condimentá la ensalada pero no le pongas mucha
sal, ¿me oís? La voz de Julio desde el
baño andate de una vez y dejame duchar en
paz. La voz de Lucas mami, no quiero
que te vayas. Lapidaria la voz de
Maite a mamá no le importa lo que vos
quieras.
Me llevo el
celular, cualquier cosa llamame; ¿de veras no querés que me quede? La
voz de Horacio es como un bisturí alguna
vez me vas a tener que dejar. El susurro de Jujo es otro no te preocupes, ma, yo lo cuido.
Buenas noches,
Pedro. La voz del hombre desde la cabina de seguridad buenas noches, señorita Inés.
Inés entra a El Olmo. El mozo le sonríe y, desde
lejos, le señala una mesa. Ella se sienta en un extremo. Se apoya sobre el
respaldo y cierra los ojos. Un rato después una mano sobre su hombro la
sobresalta.
SUSANA (deja su cartera en el respaldo de la silla y
se sienta frente a Inés): ¿Cómo andás?
INÉS (intenta sonreír): Ahora que te veo, mejor.
SUSANA: Pensé mucho en vos esta semana, estuve
tentada de llamarte.
INÉS: No sabés qué bien me hubiera hecho; casi no
salí de casa; creo que las únicas palabras que barajé en estos días fueron con
Manuel.
SUSANA (interesada): ¿Pudiste charlar con él?
INÉS (sacude la cabeza): Solo sobre la sucesión; por
suerte él se encargará de tratar con los abogados, ni tuve que pedírselo, cómo
me habrá visto.
SUSANA (irónica): Ya era hora de que te mirara.
INÉS: Susana, por favor.
SUSANA; ¿Le pasaste los gastos del sanatorio?
INÉS: Esos fueron míos.
SUSANA: Sí, pero vos podrías haber elegido mejor
hotel y mejor restaurante; cuándo te vas a dar cuenta de que vos le cuidaste al
padre durante años y de que, sin embargo, la herencia se va a dividir,
prolijamente, en dos.
INÉS: No puedo ni oír hablar de plata.
SUSANA: Y yo no aguanto que tu hermano te siga
usando; ¿tomás conciencia de que toda tu familia te usó?
INÉS (esconde la cabeza entre las manos): Lo que me
decís no me ayuda; no vine aquí para sentirme peor de lo que ya me siento.
SUSANA (dulcificando la voz): Tenés razón,
perdoname.
PAULA (llega agitada, se acerca a la mesa y besa a
ambas): ¿Interrumpo?
SUSANA: Sí, pero Inés te lo va a agradecer.
PAULA: No entiendo.
INÉS: Susana me estaba retando.
PAULA (sorprendida): ¿Por?
INÉS (sonríe, triste): Por ser como soy.
SUSANA: Me enfurece su actitud frente al hermano.
PAULA (súbitamente enojada): ¿No entendés que
algunos no podemos enfrentarnos con los que queremos?
SUSANA (revolea los ojos): Sonamos, se juntaron topa
con toparías; decime, Paula, ¿se puede saber de qué te sirvieron tus veinte
años de análisis?
PAULA: Me parece estar escuchando a Héctor; claro,
cuando se trata de otros, porque en lo que a él concierne bien que le viene mi
docilidad.
SUSANA: Tu marido no importa, yo no importo; me
gustaría saber cómo te sentís vos con vos misma cada vez que no te atrevés a
defender lo que deseas.
PAULA: Mirá, Susana, si hay algo que no necesito son
reproches; tengo bastante con los míos.
SUSANA (levanta las palmas): Segunda advertencia de
la noche; perdónenme, chicas, parece que hoy estoy un poco agresiva.
PAULA: ¿Por qué? , ¿pasó algo?
SUSANA: Julio me dijo que no quiere que viaje más,
habló de presentimientos.
PAULA : ¡Tu marido tiene poderes supranormales!
SUSANA: No te burles de mí
PAULA: Claro, vos sos la única que se puede burlar
de nosotras.
INÉS: Chicas, paren, no estoy de ánimo para
discusiones.
SUSANA: Tenés razón, perdonanos. (levanta la copa
vacía frente a Paula). ¿Amigas de nuevo? (brindan).
MARTA (llega agitada y se acerca a la mesa): Cuando
hay brindis hay buenas noticias, ¡y cómo se necesitan últimamente! (se sienta
en la cabecera y reparte besos con la punta de los dedos); ¿pidieron algo?, me
muero de sed.
INÉS: No, todavía no, (sonriéndole a Marta), te
estábamos esperando.
MARTA: Ya sé que es mentira pero siempre es lindo
que a una la halaguen; bueno, cuenten, ¿qué se festeja?
PAULA: Nada, hicimos las paces.
MARTA (sonriendo, divertida): ¿Qué pasó?
SUSANA: El que llega tarde...
MARTA: Me costó un mundo salir...
(SUSANA hace un gesto lamentando su comentario)
INÉS: ¿Horacio te retuvo?
MARTA (sacudiendo la cabeza): No, pobre, al
contrario; pero es la primera vez que lo dejo solo y no me cabe la culpa.
SUSANA: Culpa, culpa, siempre culpa; las mujeres
somos las reinas de la culpa; veamos. que levante la mano quien se sienta en
falta.
(Las cuatro levantan la mano, riéndose)
SUSANA (señalando a Paula con el índice): Empecemos
por usted, señora Paula; confiese el motivo de su culpa.
PAULA (duda): De todo y de nada; en realidad a veces
me da culpa tener lo que tengo.
MARTA: ¿Como si no lo merecieras?
PAULA: Eso; siento que no soy una buena madre,
trabajo demasiado; y como después me da culpa no puedo ponerles límites; y
entonces me atormenta mi debilidad y...
SUSANA: Digamos que la tuya es casi una culpa
existencial: culpa por ser.
MARTA: A mí con Horacio todo me da culpa; culpa por
la rabia que durante años me daban sus protestas; culpa por no haber podido
evitar lo que pasó; una culpa tremenda cada vez que me impacienta alguna de sus
torpezas; culpa por tener ganas de divertirme, de disfrutar...
PAULA (parodiando a Susana): Digamos que la tuya es
casi culpa por estar viva, por estar sana.
SUSANA: No quiero desestimarlas pero ustedes no
saben lo que es tener de veras culpa; lo que es acostarte con un hombre que te
quiere y que no sabe que lo engañas; lo que es mirar a tus hijos temblando de
miedo de que alguna vez se enteren.
PAULA (reparando en el silencio de Inés): Y vos, tan
calladita...
INÉS (cierra los ojos, se toma su tiempo): "Yo
he cometido el peor de los pecados... " (hace una pausa mientras todas la
miran) "no he sido feliz".⃰
(CAE EL TELÓN)
⃰Fragmento de poesía de Jorge Luis Borges
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