lunes, 29 de octubre de 2018

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INTERSECCIONES


EL PEOR DE LOS PECADOS



Veinte años de terminado el secundario y el primer viernes de cada mes, de marzo a diciembre, lloviera o tronara, el compromiso de encontrarse. Santa Fe y Pueyrredón. Veintiuna horas. Qué pocas veces alguna había faltado. Tenían una mesa reservada sin necesidad de previo aviso. Los mozos las conocían. Iban cambiando, claro, pero siempre terminaban conociéndolas. También los gustos de cada una, las dietas. Por allí habían pasado jovencitas, solteras, embarazadas. Maduras. Contentas, con fiebre, angustiadas, cansadas.
Las reglas, aunque claras, se habían ido generando espontáneamente, sin necesidad de explicitaciones. No se veían en otros ámbitos. No hablaban por teléfono. A sus respectivas familias solo las conocían por foto. Sin juramento expreso no se hubiera atrevido a relacionarse de a pares. Y, en tantos años, las únicas intromisiones fueron las de sus respectivos recién nacidos, que dejaron en sus respectivas casas en cuanto estuvieron en condiciones de prenderse a una mamadera. Todas menos Inés, claro. Paula siempre decía que más que un grupo de amigas parecía un grupo terapéutico.

Otro viernes. Veinte horas.

Hasta mañana, hijo. Contame un cuento, porfi, mamá reclama Marcelo, abrazándola. No puedo, mi amor, se me hace tarde. El nene se suelta y cruza los bracitos. Entonces le pido a Domi. La voz de Domiciana desde el pasillo vaya tranquila, señora Paula, yo me ocupo.

Dejé la tarta en el horno, ¿me oís?; tené cuidado de que no se queme; condimentá la ensalada pero no le pongas mucha sal, ¿me oís? La voz  de Julio desde el baño andate de una vez y dejame duchar en paz. La voz de Lucas mami, no quiero que te vayas.  Lapidaria la voz de Maite a mamá no le importa lo que vos quieras.

Me llevo el celular, cualquier cosa llamame; ¿de veras no querés que me quede? La voz de Horacio es como un bisturí alguna vez me vas a tener que dejar. El susurro de Jujo es otro  no te preocupes, ma, yo lo cuido.

Buenas noches, Pedro. La voz del hombre desde la cabina de seguridad buenas noches, señorita Inés.

Inés entra a El Olmo. El mozo le sonríe y, desde lejos, le señala una mesa. Ella se sienta en un extremo. Se apoya sobre el respaldo y cierra los ojos. Un rato después una mano sobre su hombro la sobresalta.
SUSANA (deja su cartera en el respaldo de la silla y se sienta frente a Inés): ¿Cómo andás?
INÉS (intenta sonreír): Ahora que te veo, mejor.
SUSANA: Pensé mucho en vos esta semana, estuve tentada de llamarte.
INÉS: No sabés qué bien me hubiera hecho; casi no salí de casa; creo que las únicas palabras que barajé en estos días fueron con Manuel.
SUSANA (interesada): ¿Pudiste charlar con él?
INÉS (sacude la cabeza): Solo sobre la sucesión; por suerte él se encargará de tratar con los abogados, ni tuve que pedírselo, cómo me habrá visto.
SUSANA (irónica): Ya era hora de que te mirara.
INÉS: Susana, por favor.
SUSANA; ¿Le pasaste los gastos del sanatorio?
INÉS: Esos fueron míos.
SUSANA: Sí, pero vos podrías haber elegido mejor hotel y mejor restaurante; cuándo te vas a dar cuenta de que vos le cuidaste al padre durante años y de que, sin embargo, la herencia se va a dividir, prolijamente, en dos.
INÉS: No puedo ni oír hablar de plata.
SUSANA: Y yo no aguanto que tu hermano te siga usando; ¿tomás conciencia de que toda tu familia te usó?
INÉS (esconde la cabeza entre las manos): Lo que me decís no me ayuda; no vine aquí para sentirme peor de lo que ya me siento.
SUSANA (dulcificando la voz): Tenés razón, perdoname.
PAULA (llega agitada, se acerca a la mesa y besa a ambas): ¿Interrumpo?
SUSANA: Sí, pero Inés te lo va a agradecer.
PAULA: No entiendo.
INÉS: Susana me estaba retando.
PAULA (sorprendida): ¿Por?
INÉS (sonríe, triste): Por ser como soy.
SUSANA: Me enfurece su actitud frente al hermano.
PAULA (súbitamente enojada): ¿No entendés que algunos no podemos enfrentarnos con los que queremos?
SUSANA (revolea los ojos): Sonamos, se juntaron topa con toparías; decime, Paula, ¿se puede saber de qué te sirvieron tus veinte años de análisis?
PAULA: Me parece estar escuchando a Héctor; claro, cuando se trata de otros, porque en lo que a él concierne bien que le viene mi docilidad.
SUSANA: Tu marido no importa, yo no importo; me gustaría saber cómo te sentís vos con vos misma cada vez que no te atrevés a defender lo que deseas.
PAULA: Mirá, Susana, si hay algo que no necesito son reproches; tengo bastante con los míos.
SUSANA (levanta las palmas): Segunda advertencia de la noche; perdónenme, chicas, parece que hoy estoy un poco agresiva.
PAULA: ¿Por qué? , ¿pasó algo?
SUSANA: Julio me dijo que no quiere que viaje más, habló de presentimientos.
PAULA : ¡Tu marido tiene poderes supranormales!
SUSANA: No te burles de mí
PAULA: Claro, vos sos la única que se puede burlar de nosotras.
INÉS: Chicas, paren, no estoy de ánimo para discusiones.
SUSANA: Tenés razón, perdonanos. (levanta la copa vacía frente a Paula). ¿Amigas de nuevo? (brindan).
MARTA (llega agitada y se acerca a la mesa): Cuando hay brindis hay buenas noticias, ¡y cómo se necesitan últimamente! (se sienta en la cabecera y reparte besos con la punta de los dedos); ¿pidieron algo?, me muero de sed.
INÉS: No, todavía no, (sonriéndole a Marta), te estábamos esperando.
MARTA: Ya sé que es mentira pero siempre es lindo que a una la halaguen; bueno, cuenten, ¿qué se festeja?
PAULA: Nada, hicimos las paces.
MARTA (sonriendo, divertida): ¿Qué pasó?
SUSANA: El que llega tarde...
MARTA: Me costó un mundo salir...
(SUSANA hace un gesto lamentando su comentario)
INÉS: ¿Horacio te retuvo?
MARTA (sacudiendo la cabeza): No, pobre, al contrario; pero es la primera vez que lo dejo solo y no me cabe la culpa.
SUSANA: Culpa, culpa, siempre culpa; las mujeres somos las reinas de la culpa; veamos. que levante la mano quien se sienta en falta.
(Las cuatro levantan la mano, riéndose)
SUSANA (señalando a Paula con el índice): Empecemos por usted, señora Paula; confiese el motivo de su culpa.
PAULA (duda): De todo y de nada; en realidad a veces me da culpa tener lo que tengo.
MARTA: ¿Como si no lo merecieras?
PAULA: Eso; siento que no soy una buena madre, trabajo demasiado; y como después me da culpa no puedo ponerles límites; y entonces me atormenta mi debilidad y...
SUSANA: Digamos que la tuya es casi una culpa existencial: culpa por ser.
MARTA: A mí con Horacio todo me da culpa; culpa por la rabia que durante años me daban sus protestas; culpa por no haber podido evitar lo que pasó; una culpa tremenda cada vez que me impacienta alguna de sus torpezas; culpa por tener ganas de divertirme, de disfrutar...
PAULA (parodiando a Susana): Digamos que la tuya es casi culpa por estar viva, por estar sana.
SUSANA: No quiero desestimarlas pero ustedes no saben lo que es tener de veras culpa; lo que es acostarte con un hombre que te quiere y que no sabe que lo engañas; lo que es mirar a tus hijos temblando de miedo de que alguna vez se enteren.
PAULA (reparando en el silencio de Inés): Y vos, tan calladita...
INÉS (cierra los ojos, se toma su tiempo): "Yo he cometido el peor de los pecados... " (hace una pausa mientras todas la miran) "no he sido feliz".⃰

(CAE EL TELÓN)

⃰Fragmento de poesía de Jorge Luis Borges


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